Lic. Federico Cillo
Lic. María De Gregorio

 

Vivimos una situación epocal donde el flujo de la información (científica o no) es por momentos abrasiva, tirando aún más de la “cuerda” virtual, pudiendo resultar incluso “asfixiante”.

No encontramos ni reconocemos a la nutrición como ciencia, fuera de este contexto; cotidianamente leemos y escuchamos que algunas personas con o sin formación académica sólida y/o avalada, brindan directrices informativas sobre qué tipo de alimento o dieta funciona mejor para el rendimiento de los atletas o algún otro propósito en particular. Recordemos que el acto de generalizar en ciencias biológicas, da forma a un error metodológico cuando se intenta lograr educar y adecuar para una correcta o eficaz intervención. Por lo expuesto es que dedicaremos estas líneas a clarificar algunas posturas científicas sobre uno de los temas con mayor prensa e investigación en los últimos tiempos: el ayuno intermitente. 

En el año 1992, el profesor Yoshinori Ohsumi (Tokyo, Instituteof Technology) explicó el proceso de autofagia (“canibalismo celular”) en levaduras, el aporte más relevante en este sentido, fue el haber descripto los 15 genes esenciales participes de dicho proceso. En 2016, sus descubrimientos lo posicionan para participar y finalmente obtener el premio Nobel de Medicina.

En sus aportes, se logra evidenciar, como por medio de un mecanismo natural de regeneración celular, se reduce la probabilidad de contraer ciertas enfermedades y prolongar la esperanza de vida celular. Cabe reiterar que dicho proceso puede ser inducido de manera natural a través del ayuno y de la práctica de actividad física.

Cuando se plantea dicha estrategia, pero con intermitencia (ciclos con horarios de ingesta y ayuno) básicamente podemos reconocer un plan para perder de peso rápidamente, que pone en valor los beneficios de una restricción calórica continua, dejando de lado las dificultades que sobreviene con sostener dicha restricción en el espacio-tiempo. Posee una cierta cantidad de variantes, siendo una estrategia diferencial (a veces más tentadora) que un plan de alimentación convencional que se sostiene en la educación y progresión paulatina de hábitos. El más utilizado y estudiado se trata de la realización de uno o dos días/semana de restricción, continuos o alternados, total o restringido (25-30% del gasto energético total (GET)). El ayuno varía ampliamente, entre 8 y 22 horas, siendo práctica común omitir el desayuno o la cena.

En una breve revisión de artículos, Halberg señala como participantes normopeso con periodos de ayuno, mantiene un peso y no presentan variaciones significativas de la grasa corporal durante todo el experimento. Por otro lado, en un análisis realizado con grupos controles a lo largo de 12 semanas en sujetos con sobrepeso y/u obesidad, describen diferencias mínimas en parámetros como: descenso de peso, lípidos séricos, concentración de insulina, parámetros de función hepática, inflamatorios (proteína C reactiva, interferón-γ, IL-6, IL-8, TNF-α) entre el grupo que practicaba ayuno intermitente y que realizaba restricción calórica contínua. Otro estudio realizado en mujeres con sobrepeso no mayor a 10 kg, extendido durante 6 meses, misma metodología que el estudio de Schübel, arroja que la mayor diferencia estuvo dada por la adherencia al tratamiento, siendo más sencillo sostener un ayuno intermitente que una restricción continua.

Una población que siempre genera dudas y controversias en este sentido, son los atletas. En una investigación con 34 deportistas de fuerza, se describió que los que realizaban ayunos (3 comidas y 16 hs de ayuno) mostraron descensos significativos en los niveles de testosterona, versus aquellos que continuaban con una alimentación habitual durante las 8 semanas que duraba el estudio. Al describir parámetros antropométricos, se puntualiza también en descensos de los niveles de masa grasa y conservación de masa muscular en grupos que ayunaban. En jugadores de rugby controlados antes, durante y después del Ramadán (período de ayuno), se observaron descensos de peso total y graso, estrategia que podría ser no recomendable para dicho deporte.

Una postura referencial siempre es la de Louise Burke, en uno de sus artículos explica, que aún con pautas de nutrición específicas para cada individuo, por cada actividad deportiva, según calendario de entrenamiento y competencia, son muchas posturas científicamente fundamentadas, que promueven el consumo de carbohidratos y líquidos antes y durante el ejercicio, el consumo de proteínas, carbohidratos y líquidos poco después de que se complete la sesión. Si las necesidades nutricionales generales no se cumplen, o no se proporciona apoyo nutricional específico para una sesión de ejercicio, es probable que se afecte el rendimiento agudo y se reduzca la efectividad del entrenamiento o la recuperación.

Como toda intervención alimentaria, hay que evaluar los efectos adversos que puede llegar a desarrollar. En dos de los estudios analizados, se identificaron síntomas adversos al ayuno intermitente, entre ellos, constipación, retención hídrica, mareos y malestar general al finalizar ocho semanas de tratamiento. También se observaron alteraciones en el mecanismo hambre-saciedad, regulado por el sistema nervioso central, aumentando la sensación de hambre en hombres saludables, impidiéndoles continuar con dicha alimentación. En personas con sobrepeso y/u obesidad, los síntomas registrados fueron baja en la energía, sensación de hambre contínua, dolor de cabeza y pensamientos preocupantes acerca del momento de comer, pero cabe destacar que no fueron en la totalidad de la población.

En conclusión, creemos en la diversidad de posturas, avaladas por la comunidad científica, nos enriquecen a la hora de tomar decisiones nutricionales para cada paciente. Quedará a criterio individual, los pro y contras o “costos-beneficios” de este tipo de prácticas nutricionales.

Estudios analizados

 

 

 

Referencias

 

  1. Ramírez-Sagredo Andrea, Aleman Larissa, Villa Mónica, Chávez Myra, García Lorena, Lavandero Sergio. Autofagia en el sistema cardiovascular: pasado, presente y futuro. RevChilCardiol 2016; 35: 228-241
  2. Rosas M, Concha C,Batista LO, Albuquerque KT. Restricción alimentaria intermitente: repercusiones en la regulación de la homeostasis energética hipotalámica y tejido adiposo. An Facmed. 2018;79(4):331-7
  3. Halberg N. Effect of intermittent fasting and refeeding on insulin action in healthy men. J Appl Physiol. 2005;99(6):2128-2136.
  4. Schübel R, GrafME, Nattenmuller J, Nabers D, Sookthai D, Gruner LF, Johnson T, Schlett CL, von Stackelberg O, Kirsten R, et al. The effects of intermittent calorie restriction on metabolic health: rationale and study design of the HELENA Trial. Contemp Clin Trials 2018;51:28–33
  5. Harvie MN, Pegington M, Mattson MP, Frystyk J, Dillon B, Evans G, et. al. The effects of intermittent or continuous energy restriction on weight loss and metabolic disease risk markers: a randomized trial in young overweight women. Int J Obes.2011;35(5):714-727
  6. Moro T, Tinsley G, Bianco A, et al. Effects of eight weeks of time-restricted feeding (16/8) on basal metabolism, maximal strength, body composition, inflammation, and cardiovascular risk factors in resistance-trained males. J Transl Med 2016;14:290
  7. Bouhlel E, Salhi Z, Bouhlel H, Mdella S, Amamou A, Zaouali M, Mercier J, Bigard X, Tabka Z, Zbidi A, Shephard RJ. Effect of Ramadan fasting on fuel oxidation during exercise in trained male rugby players. Diabetes Metab.2006;32:617–24
  8. Burke LM, King C. Ramadan fasting and the goals of sports nutrition around exercise. J Sports Sci. 2012;30(Suppl 1): S21–31
  9. Hoddy KK, Kroeger CM, Trepanowski JF, Barnosky AR, Bhutani S, Varady KA. Safety of alternate dayfasting and effect on disordered eating behaviors.Nutr J. 2015;14(44):1-3.